Ayer, 14 de diciembre, inauguró la muestra del cierre del taller de extensión de la UNSJ titulado "Fansín Heliográfica. Talleres sobre corporalidad y género en la comunidad" [1] Centro Cultural Amadeo Conte Grand. Desde el 2019 el grupo dictó cursos que combinaban la reflexión sobre el cuerpo y con el cuerpo. Allí se debate, conversa y se aprende la técnica de impresión llamada heliografía. El último de sus talleres se dicta este 15 de diciembre en el mismo espacio cultural, para inscribirse pueden completar el formulario en este link.
A continuación les dejamos los textos introductorios de la exposición y algunas imágenes.
Sobre el Proyecto.
Los Proyectos de Extensión son entendidos como instancias de co-participación entre el estamento universitario y la comunidad con el objetivo de intercambiar (que no es lo mismo que transferir) conocimientos, promover el desarrollo cultural y generar así un mejor vivir. La realidad social que nos convoca - con su complejo entramado económico, sociopolítico, simbólico y cultural - ha aumentado sus índices de intolerancia, violencia y segregación, se horada continuamente el respeto y la protección de los derechos humanos y se impide, en determinados casos, su garantía. Ante dicha situación se vuelve necesario ofrecer espacios y herramientas para poder desarmar en el cuerpo mismo (individual y social) el funcionamiento de discursos hegemónicos que facilitan la naturalización de prácticas opresivas.
Con ello en mente, en 2019 formulamos el proyecto de extensión “Fansín Heliográfica. Talleres sobre corporalidad y género en la comunidad” que fue aprobado ese mismo año por la Universidad Nacional y Gratuita de San Juan. El objetivo principal del mismo fue poner en valor las voces y las experiencias de las subjetividades participantes desde la práctica de la conversación y el hacer colectivo. Para ello llevamos a cabo talleres en los cuales, por medio de debates y actividades de índole visual y práctica (instancias que no consideramos separadas, sino más bien como un mismo ejercicio de pensamiento espiralado), generamos propuestas ensayísticas que luego fueron plasmadas con la técnica de impresión heliográfica.[2]
Esta muestra reúne la producción, individual pero que no deja de ser colectiva, de diferentes asistentes a los talleres a lo largo de dos años (intercalados por la pandemia). En 2019 nos propusimos investigar grupalmente alrededor del encuentro entre género y alimentación, mientras que en 2021 el debate fue sobre género y hábitat. Las conclusiones, si es que se puede hablar en esos términos, fueron diversas, encontradas, combativas, acordadas, convergentes, pero sobre todo conversadas desde la participación en lo común, en la comunidad. Pensamos que el arte no sólo funciona como un espacio de expresión, sino también como una práctica legítima de pensamiento y creación epistemológica. Como plantea Silvia Cusicanqui, es urgente pensar con los pies sobre la tierra, desde un aquí y ahora; entonces les invitamos a recorrer estos pensamientos-experiencias-sentires, hechos palabras e imágenes, y a encontrarnos en el medio de todo esto.
Buen aprovecho (2019).
Todes les animales
comemos
masticamos
deglutimos
digerimos
Alimentarse es una necesidad orgánica de todo ser vivo,
pero
nosotres no comemos sólo por instinto, sino también por cultura.
Escribe Massimo:
“La comida es cultural cuando se produce, porque el hombre [y la mujer] no utiliza solo lo que se encuentra en la naturaleza… La comida es cultural cuando se prepara, porque, una vez adquiridos los productos básicos de su alimentación, el hombre [y la mujer] los transforma mediante el uso del fuego y una elaborada tecnología… La comida es cultural cuando se consume, porque el hombre [y la mujer], aun pudiendo comer de todo, o quizá justo por ese motivo, en realidad no come de todo, sino que elige su propia comida…” En todas las sociedades la alimentación se organiza como un sistema de códigos y reglas intrínsecas que definen posiciones en la estructura del poder. Hay geopolítica de la mesa que determina cuándo nos podemos sentar y en qué lugares, las maneras en que colocamos los cuerpos. Desde los antiguos banquetes hasta la actualidad la estructura patriarcal determina quién sirve, quién se sienta, quién habla, quién se sacia, quién se posterga.
La producción de los alimentos ha sido una actividad eternamente feminizada como nos lo dejan saber las imágenes desplegadas en la historia del arte. Mujeres que alimentan con sus tetas a las crías o a sus propios padres (como vemos en tantas vírgenes de la leche o en las alegorías de la caridad romana). Mujeres devoradas en actos cuasi-caníbales que equiparan mujer con alimento. Y pensamos en esos cuerpos haitianos pintados por Gauguin en donde mujeres denudas sostienen frutos tan exóticos como ellas mismas, tan consumible un cuerpo como otro, retórica visual que tal vez hoy podríamos traducir a esas contemporáneas frase callejera que entre dientes grita “qué rrica”. EL cuerpo trasformado en un objeto comestible, consumible, masticable, deglutible.
Mientras dicha tardea de preparar, cocinar, producir, alimentar se realiza en el interior de un hogar, es decir, cuando no sale del ámbito de lo doméstico, y es invisibilizado y no asalariado es una labor femenina. Pero cuando la cocina sale de lo privado y entra en el espacio público entonces el mundo gastronómico se vuelve masculino: una cosa es un chef (sí en masculino) y otra cosa “Rosita”, una cosa es el asador (y chin chin aplausos para el asador) y otra la cocina cotidiana, el día a día del qué, cómo, cuándo. Y volviendo a la mesa, a la superficie horizontal donde disponemos el alimento ¿Qué comemos? ¿Comemos con las manos o con cubiertos? ¿De una misma bandeja o en platos individuales? Desplegamos allí una compleja danza de posiciones de tenedores y platos y copas y vasos y manos y codos y labios. Que la servilleta va a la falda, que la cabeza se quede erguida, que la cuchara llega a la boca y no al revés, que los codos no comen, que la copa más grande… Pero también que cuánto comemos, si es mucho o es poco, y todo un control sobre el peso de lo que ingerimos y el peso y espacio de nuestros cuerpos.
Dice Álvarez Castillo en la Cerda punk: “el hombre niega a la mujer convirtiéndola en “lo otro”, el blanco niega al negro convirtiéndolo en “la bestia”, lx humanx niega lo animal (y a la tierra, convitíendolx en “consumo” Pensar la cocina desde este entramado de negaciones tal vez nos permita afirmarnos en un aquí y ahora. Les invitamos a preguntarse con nosotres, y toda la gente bella que nos acompañó, sobre esto y otras cosas, a meter las manos en las ollas y engrasarse mientras cocinamos, quemamos y recalentamos sentidos.
La mesa está servida: ¡regurgitémonos!
Habitar el cuerpo, habitar el espacio. (2021)
Habitamos los espacios como si fuéramos cosa separada de él.
Habitamos la tierra - la cuidamos, la abusamos- como si fuéramos cosa separada de ella.
Habitamos un cuerpo como si no fuéramos exactamente un cuerpo.
¿Quién habita, desde dónde?
¿Habitamos con la mente, con la idea? ¿cómo pensamos el puente que nos pone en contacto con lo que nos rodea y nos compone?
Todo lo que vemos, acá, en este espacio, todo lo que puedas tocar hoy es el resultado de un orden particular de las cosas, de la finita materia de la tierra.
Todo, entonces, podría ser ordenado de otra manera.
Habitar es un legado histórico. un proceso. un estado sintomático de nuestras prácticas.
¿Cómo habitamos y cuánto podemos abrirnos a deshacer los mapas impuestos
las calles, las casas, la lengua la forma de los vínculos y las afectaciones?
¿Vivimos en un laberinto, en una maqueta o en el espacio vasto de las posibilidades?
¿Qué cuerpos habitan los recorridos planteados? ¿para quiénes se dibuja el mundo, y para qué prácticas?
Y también, ¿para quiénes somos hábitat? ¿qué cosas nos ocupan y cómo?
¿A qué cosas del mundo le hacemos espacio en nuestro cuerpo? ¿qué absorbemos y deglutimos, qué devolvemos?
Notas
[1] Las integrantes del proyecto son: Claudia Vilela Luco, Mariana Arias, Mariana Olivares, Melisa Díaz, Sofía Manrique y Yuliana Balmaceda.
[2]La técnica heliográfica es un procedimiento de positivado directo creado por Nicéphore Niepce. Se emplea un papel fotosensibilizado sobre el cual se coloca una superficie transparente (filminas o vidrios), anteriormente impresa, dibujada o escrita, que bajo los efectos del sol imprime el papel. La fijación se realiza mediante su exposición a las emanaciones del amoníaco.
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